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Buena parte de los lectores conocerán a J.A.R.V.I.S., la inteligencia artificial que hace las veces de mayordomo en la mansión de Tony Stark (Iron Man). En los cómics originales, Jarvis era un humano, pero tanto en el film como en su novelización ha pasado a ser un programa muy inteligente. En la novela se desvelan sus siglas como Just A Rather Very Intelligent System (tan solo un sistema muy inteligente).

Muchos de nosotros soñamos con tener nuestro propio sistema inteligente al que poder dar órdenes. Un poco por hacernos la vida más fácil, pero también porque nos encanta la idea de tener un secretario. «Jarvis, redáctame un informe». «En seguida, no vaya usted a cansarse», respondería este sarcástico sistema al que quizá le quede poco para llegar a nuestros terminales móviles.

¿Qué pueden hacer los asistentes personales de nuestros teléfonos?

Llevamos una década con los smartphones y estos se han convertido en el centro de nuestras comunicaciones. Dado que los seres humanos somos seres sociales, estas «ventanas de bolsillo» se popularizaron rápidamente, al mismo tiempo que fueron ganando en funcionalidades. Por ejemplo, pronto surgieron los asistentes personales.

El primero fue Siri en 2011, seguido de Google Now en 2012. Un par de años después llegó Cortana, y Alexa se escapó de los móviles para dar servicio al hogar desde un dispositivo independiente. Pero, ¿qué pueden hacer por nosotros? De momento, estas son las habilidades que han conseguido automatizar:

  • Ayudarnos a gestionar información : buscar noticias, guardar notas, leer en voz alta, leer texto…
  • Comunicarnos con otras personas: hacer llamadas, redactar WhatApps por voz, abrir redes sociales y escribir tweets o tarjetas;
  • Informarnos de notificaciones de nuestro teléfono, ya sea de aplicaciones o de llamadas telefónicas;
  • Hacer compras por Internet en distintas tiendas;
  • Guiarnos en una ciudad en la búsqueda de un lugar concreto (dirección) o algo más difuso (hamburguesería, tienda de ropa, librería…);
  • Hacer cuentas por nosotros, programar el despertador, configurar el teléfono, y un largo etcétera de pequeñas tareas.

Hasta ahora, el conjunto de habilidades que han tenido los asistentes para teléfonos se alejan bastante de la idea de J.A.R.V.I.S.. Este tiene una inteligencia tal que le permite pensar por sí mismo, pero los asistentes de los smartphones solo pueden realizar tareas repetitivas. Nada de pensar. Y, desde luego, nada de ser conscientes de su existencia. De momento, son calculadoras extraordinariamente potentes de una utilidad innegable.

¿Podemos sustituir a los «asistentes humanos» con móviles?

A finales de 2016, la aseguradora japonesa Fukoku Mutual Life Insurance emitió un comunicado que decía que en un mes prescindiría de personal «redundante» tras la instalación de un algoritmo que podía hacer su trabajo. Aunque suene espantoso, se trataba de una empresa muy concreta de un sector específico de un país que va una década por delante en algunos ámbitos tecnológicos. Nada que generase una tendencia global a corto plazo.

Con la tecnología actual, no pueden automatizarse el grueso de las tareas humanas. Y menos los mayordomos, secretarios en el mundo laboral, uno de los roles más versátiles de las empresas. Un secretario es capaz de cambiar decenas de veces de «trabajo» en una jornada laboral: redactar emails, atender llamadas, gestionar paquetería, conceder permisos, programar el calendario, y un poco lo que surja.

El desempeño de una gran cantidad de habilidades diferentes es los coloca a la cola de la automatización. Pero esta avanza inexorable, desplazando puestos laborales «hacia arriba» en lugar de hacia los lados. Un teléfono móvil que posee inteligencia artificial, como el Huawei Mate 10 con su chip específico de IA Kirin 970, no nos sustituye en el trabajo. Pero sí nos hace más inteligentes y capaces de desempeñarlo. Nos ayuda, soporta, y empuja hacia arriba.

Entre miles, podemos poner el ejemplo de Wibbitz (arriba), un producto «AI-powered», o potenciado mediante IA, que sintetiza vídeos de un minuto a partir de textos periodísticos. Wibbitz no redacta, pero sí sintetiza, y eso ahorra muchísimo trabajo al departamento de edición de vídeo de Vox, sus creadores. Pero Wibbitz no es inteligente, no es como Jarvis.

La IA en los smartphones, ¿es posible?

Wibbitz, la IA que crea vídeos; Deepmind, que ya sabe leer los labios mejor que los humanos; y otros algoritmos sin nombre que identifican células cancerígenas como nadie, son ejemplos de tareas muy concretas de las que J.A.R.V.I.S. podría encargarse por su cuenta para darle los resultados al señor Stark. Pero la tecnología actual se encuentra muy lejos de este hito.

Que nadie lo entienda mal, todas estas IA o algoritmos mencionados son brillantes, genios en su campo. Pero solo saben hacer una cosa, aunque la hagan muy bien; y J.A.R.V.I.S. puede hacer de todo. Esta IA funciona en la práctica como una miríada de humanos hipervitaminados trabajando juntos en un tiempo acelerado, mientras que las actuales «tan solo» nos permiten mejorar una barbaridad en algunas tareas.

Esto es, de por sí, una gran mejora para el usuario de smartphones. Quizá no puedan sustituir a nuestro secretario, pero en teléfonos como el Huawei Mate 10 podremos hacer fotografías más nítidas porque hay una inteligencia artificial encargada de estabilizar la imagen (AIS). También ayuda a traducir en tiempo real a otros idiomas, una habilidad muy útil en un entorno cultural global que debemos valorar.

¿El futuro de los asistentes virtuales?

Es posible que en el futuro los asistentes virtuales sean como en Iron Man. Sin embargo, este no funcionaba dentro de un smartphone, sino que ocupaba buena parte de un edificio y en su versión «portátil» se alojaba dentro del traje de Tony. Quizá llevemos un Jarvis en la mochila dentro de unos años, pero lo más probable es que nos quedemos con una fracción significativa de una tecnología similar. La otra parte quedaría relegada a la nube.

Para las prestaciones de los smartphones actuales, que el SoC Kirin 970 es capaz de potenciar, trabajar en modo local es la clave. En primer lugar se consigue una seguridad mucho mayor que si lanzamos los datos a un servidor en la nube y esperamos a que vuelvan, ya que en el camino pueden ser interceptados. En segundo lugar, la latencia de la red no interviene, y no hay lag. Las aplicaciones corren mucho más rápido si la computación es local.

Dentro de unos años la evolución de los Kirin que actualmente usa Huawei darán lugar a chips capaces de desarrollar muchas más habilidades. Pero, ¿todas las que tiene Jarvis? Para algo así necesitamos una latencia baja. Hablamos de 6G , 7G o una generación de telefonía móvil cuya latencia sea casi nula; además de un conjunto de IAs (cuya tecnología todavía no existe) trabajando juntas en la nube.

Sin duda mejoramos hacia estas características año tras año. Se optimizan los sistemas de hardware y se mejora el software constantemente, así como la tecnología de red de la que dependen las comunicaciones globales. La idea de Jarvis que plantea la ciencia ficción se hará una realidad en el futuro. Quizá no de forma consciente, pero sí útil.

No importa que el futuro Jarvis no tenga conciencia sobre sí mismo si es capaz de ayudarnos a redactar correos o comprobar Excels. Si «solo» es un conjunto muy grande de calculadoras, porque serán calculadoras que nos serán excepcionalmente útiles más allá de encargar pizza o llevarnos a nuestro destino. Nos darán conversación si estamos solos, nos orientarán con nuestro expediente académico y nos resolverán multitud de problemas del día a día.